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Mostrando entradas de septiembre, 2017

EN EL TIEMPO Y LA VOLUNTAD DE DIOS.

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  Pastor: Le tengo una consulta. ¿Por qué razón el Señor le dijo a su madre: “¿Qué tienes conmigo mujer? Aún no ha llegado mi hora”, cuando ella le señaló que no tenían vino en la boda de Caná? ¿Tiene alguna relación con que la sangre del Señor es como el vino del Nuevo Pacto consumido en la última cena? Por ahora esa pregunta, Dios le bendiga. Querido hermano: Usted me ha hecho dos preguntas en una. Mi respuesta para cada una es la siguiente: Primera pregunta: ¿Por qué razón el Señor le dijo a su madre: “¿Qué tienes conmigo mujer? Aún no ha llegado mi hora”, cuando ella le señaló que no tenían vino en la boda de Caná? Esta respuesta no es una falta de respeto del hijo hacia la madre, sino que la contestación de un hombre adulto hacia una mujer que deberá reconocerlo como el Hijo de Dios y su Señor. De ahí en adelante, siempre el Evangelio registrará este trato de Jesús hacia María, incluyendo el último episodio en la cruz: “25 Estaban junto a la cruz de Jesús

TENTACIÓN, RESISTENCIA Y SALIDA.

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  “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” ( 1 Corintios 10:13 ) Pregunta: ¿Cómo enfrentaremos la tentación? Lo que “sobreviene” es lo que sucede sin aviso, viene de pronto, sin que nadie lo espere o esté preparado. Las tentaciones son las insinuaciones a nuestra carne, ya sea física o espiritual, que hace el diablo para hacernos caer. Toda tentación es propia del ser humano. Dios no es tentado ni tienta a nadie. La tentación prueba y nadie es probado por lo espiritual sino por lo humano o carnal que tiene. No es porque seamos tan espirituales que somos tentados, sino porque aún somos muy carnales. De modo que ¡no se extrañen! Sólo confíen en Dios que no permitirá que esas tentaciones sean mayores que vuestra resistencia espiritual. Recuerdo que las planchas para aplanchar la ropa

LA RECETA PARA SER FELIZ.

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  Pregunta: ¿Cuál es la receta para ser feliz? Esta receta ideal sólo la posee Dios y podemos hallarla en la Sagrada Escritura. Tomemos, por ejemplo, uno de sus Salmos, el Salmo 13 que fue escrito por el rey David. Este salmo nos muestra tres estados anímicos de David. Para ello podemos dividirlo en tres partes, cada una con dos versículos. Desesperación “1 ¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? 2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, Con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?”    Estas primeras estrofas del Salmo 13 nos muestran un estado de ánimo frecuente en los tiempos actuales, la depresión y la desesperación. En estos dos primeros versos David encontró la solución, no quedándose en las quejas, sino llevando sus problemas a Dios. Es el primer ingrediente de la receta Divina: Buscar a Dios es el primer paso, pues es el Único que puede

SER DISCÍPULO O DISCÍPULA, UN DESAFÍO.

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  Tú puedes ser un discípulo o discípula de Jesús, es decir alguien que vive para amarlo. Cuando se ama, todo lo que anhela el corazón es no ofender ni contradecir al ser amado; desea agradarle y hacerle feliz, estar siempre con él y disfrutar de su compañía. Cuando amamos a una persona, cuando estamos enamorados, nos parece bella, inteligente, divertida y es del mayor agrado estar con ella. También queremos expresarle nuestros sentimientos con palabras, caricias y besos. No es tan diferente la relación con Jesús, nuestro Amado Maestro. Amar a Jesús es disfrutar en su compañía, sea orando, cantándole alabanzas, adorándolo, leyendo su Palabra o sencillamente contemplándolo. Todas estas acciones nada tienen de complejo, son sencillas prácticas que nuestra alma busca en forma natural, pero que también pueden ser enseñadas por un tutor cristiano de mayor experiencia. Cuando eres discípulo te sometes a la voluntad de Jesucristo. Puedes conocer la voluntad de Dios leyendo la B

NUESTROS EGOS

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  “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. / Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. / Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” ( 1 Juan 2:15-17 ) Hay cuatro “egos” que nos persiguen. Son: el egoísmo, la egolatría, el egocentrismo y el egotismo. No es fácil desprenderse de ellos, puesto que nuestra carne (mente, corazón y cuerpo) está inclinada al mal. Gracias a Dios que Él nos ha implementado con Su Palabra y Su Espíritu Santo para vencer nuestra naturaleza caída. Ciertamente el diablo, enemigo de nuestras almas, nos tienta e incentiva el pecado en nosotros. Pero la responsabilidad es nuestra, no podemos culpar a otro, por poderosa que sea su influencia, si Dios nos ha amado tanto dándonos el perdón. Lo menos que podemos hacer es responderle co

JESÚS BUSCA CORAZONES

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  “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.” ( San Juan 14:1 ) Vivimos tiempos de crisis moral y espiritual. Las personas, aunque requieran de una guía ética para sus vidas y, aún más, pese a que necesitan de la luz y el alimento espiritual que sólo puede ser encontrado en una relación íntima y personal con el Señor de la vida, prefieren regirse por sus propios conceptos y prescindir de todo lo que les recuerde la religión, la espiritualidad cristiana o la fe en Jesús. En tiempos del Maestro de Galilea también había rebeldía contra Dios y la búsqueda de una vida fácil y hedonista, pero después de veintiún siglos esta negación de lo espiritual se ha hecho más profunda. Jesucristo enseñó en su Parábola del Sembrador, cuatro tipos de terrenos o corazones sobre los que caía Su Palabra. Unos eran los “caminos”, aquellos que después de oírla la desechan y prefieren escuchar las doctrinas de Satanás. Son los oidores olvidadizos. Otros son los “pedregales”